poemas lonccos

Poemas Lonccos de Antaño

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Poemas Lonccos

Vea aquí toda la letra del repertorio de los poemas lonccos arequipeños. Una compilación de poemarios cortos y largos para conmemorar a la linda Arequipa por su aniversario, con sus versos lonccos, frases y palabras típicas del Loncco arequipeño, desde la tierra del sillar para el mundo …

Esperamos que se aprenda por lo menos una poesia loncca por el dia de arequipa, frases de arequipeños dignos de ser recitados en el aniversario de Arequipa. Para ti, ¡Mi linda Arequipa! las mejores frases arequipeñas en estas poesías y poemas lonccas. Conozca a continuación la letra de poemas lonccos arequipeños.

Los poemas lonccos y letra para todos los arequipeños…

Saludo Loncco

El mejor poema loncco por el dia de Arequipa

Desde un bello rincón arequipeño,
he veni'u invita'u por la curiosidad
para saludarte Blanca Ciudad
en vísperas de tu cumpleaños.
Mi sombrero gasta'u y terno de paño
lo he ccapicha'u en mi vieja barrica;
como soy Loncco que no se achica,
engomina'u y con mi mejor traje,
he veni'u a rendirte mi homenaje;
a tirar prosa en tu día, Arequipa.

Ensillé mi mejor caballo de paso
al primer repique de la campana,
un ccachi de tosta'u de mi ancana;
mi quipo lleno pa' gozar a todo lazo
y la guitarra pa' empeñarla por un caso;
aunque no haya entrada de ccapo,
tomaré diana con el mejor huacto;
estaré en la "joroba", "jorobita" y "jorobete",
y, si puedo aguantar, en el "andá y volvete";
porque soy un Loncco Arequipeño nato.

También te he traido una ceronada
 de mis más mejores "lonccos versos",
 guardarlos en mis arqueados tercios;
 desgranados con mi modesta tonada,
 dedicártelos quiero a ti, tierra amada;
 tomar con nuestro Misti caballero
 la chicha con el Tuturuto pendenciero;
 cantar con Melgar y los Cerpa y Llosa,
 una flor de texao pa' la chica más hermosa,
 y, para ustedes, el corazón de este Loncco Chacarero.

La Lecherita

El desayuno del mejor brote
traía alegremente en el alba,
la leche blanca en su carga,
llegaba con pausado trote
y arreyando con su quirco azote,
Lecherita de mis recuerdos;
causante de mis insomnios;
¡adiós ccala malamedra!,
saludas a mi raimada suegra...
Así, deshojaba sus dichos lonccos.

Siempre fresca como una rosa,
en su burra parda montada;
cómo quemaba su hechicera mirada;
bien sonriente y salerosa,
como buena arequipeña, tirando prosa;
de reyatas y lloqque duro, su cerón.
con sus limpios porongos de latón,
mientras ella, su yaraví silbaba,
su inquieta burra rebuznaba,
oliendo pa' meyar, buscaba un rincón.

Jala'u pa'trás su huaccali sombrero;
pa' un la'u sus piernas con su pollera,
las largas trenzas de su cabellera
que abrigaban a su pecho hechicero,
arrancando suspiros del mejor caballero.
Con su ccocco litro por medida,
repartía la blanca y materna bebida,
entre los soñolientos ccalas galgos,
apeyándose y montando con ágiles saltos.
¡Buenos días comadrita...!, ¡burra...!

Y  hace tiempo la espero en la esquina
a mi hermosa y cautivadora lechera,
creo que algún loncco la tiene prisionera
o la auyentó la edionda gasolina,
nadie me da razón, ni los vientos de la cima.
Pobre y triste, por mi mala suerte,
ya que por orgullo no quise quererte,
mi corazón ya está qquetinbiando,
inclencle estoy por haberte amado tanto,
quiero olvidarte, pero sólo con la muerte. 

Poema loncco arequipeño

La Ramadita

Ramadita de la Picantería de antaño,
paja y chamiza en la torcida horqueta;
fuertes vigas amarradas con reata,
pendón rojo, chombas y humareda.

Rincón donde el loncco acorrucado,
masticaba el rocoto más picante;
tomaba chicha y buen aguardiente,
mientras la triste guitarra lloraba.

Ramadita en una tarde helada,
calentando con tu cconcha de leña
con cazuelas, ollas, batán y chaqquena
y los cotutos esperando la chactada.

Te tragaron los güisgües moscardones,
el progreso te convirtió en ceniza;
te raimaron del bello paisaje
por pijes lugares y salones con encaje.

Ya no atiende la maillana de trenzas,
de blusa y pollera con bobos;
ya no hay seisuna pa’ sernir la chicha
ni la tocpina y la seisuna en la cconcha.

Se olvidaron de las auchas y del ccauchi
de los “bragues” y la boga frita;
el hiro de zapallo y la timpusca
de jayari y el llatan, occote y mote.

Cómo ti’an olvidado, mi vieja ramadita,
se está apolillando el cerón de tus recuerdos
guardados en el rincón del raccay,
hasta que el rescoldo de los años la consuma.
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El Yaraví

¿Por qué te están olvidando, Yaraví?
Te parió la pena, te parió el celo,
en la luna llena o en algún desvelo;
¡no mueras!, vive, masqueseya por mí.

Naciste en la esquina di'una chichería,
en las cuerdas tristes di'un madero,
en el quebranto di'un viejo chichero,
al pie di'un fogón di'una noche fría.

Inspiración loncca hecha lamento,
el tormento di'un corazón que suena,
el semblante triste de una pampeña,
decima o cuarteta carajiando el llanto.

Versos que cantan sollozos di'una pasión,
en las ccoccas rejas di'una mujer amada,
reclaman beso, una caricia, una mirada,
como plegaria di'un cariño en prisión.

Lágrimas enjugadas en tiznada ramada,
dentro la humareda di'un fondo de chicha,
con fuerte anizado buscando la dicha,
gorgojeando el Loncco y la triste guitarra.

El Gañán

¡Ya se ha muerto el Gañán!,
se quedó solo el patrón,
se quedó sola la yunta,
se quedó solo el canchón.

Ya no habrá quien madrugue;
está balando la yunta ,
no le trayen su tercio de chala,
no le trayen su ración.

No viene el caminar lento,
ese obligado tormento
se está muriendo de pena,
cómo extraña a su aijón.

Se van a secar las coyundas,
se va a rajar ese yugo;
cómo se oxidará ese apero
cómo se resecará el barsón

Nadie consuela a la yunta,
no se levanta del suelo,
está perdiendo el resuello
de tanto mirar al pantión.

Quién hará ese barbecho,
ni ese surqueo derecho;
cómo harán ese melgueo,
quién recibira la ración.

Quién ordenará ese muyuri,
quién las chullas sacará;
no desensurainarán la ambona,
se acabó el mejor peón.

Se acabó el loncco huesudo,
el loncco de duros callos;
aquél que doblegó la tierra
hoy descansa en el pantión.

El Raccay más bello

Para que el Loncco no esté con la idea,
Dios hizo Arequipa en Sagrada Epopeya;
arquiando con su arte la loncca Naturaleza,
pintó este raccay más teqque de belleza.

Accolpachó las nubes en el Misti canoso;
le puso huaccali y quebradas como rebozo;
le horquilló una Flor del Texao en el ojal,
imponente y orgulloso como el Pavo Real.

Con sus brazos extendidos, dando abrigo,
el Pichupichu, al la'u lloqque, cubre el frío;
el Chachani con su pucuna sopla y meneya
al que fue ucumare y, hoy, ccariche Sabancaya.

Por un tajo que hizo la arquitectura Divina, 
trotea el Chili por la quebrada de Chilina:
ccatatando las lágrimas desde la fría puna, 
silbando una Pampeña hasta su adorada cuna.

Luego, las acequias llevan el preciado vigorón,
pa' humariar las plantas del más lejano rincón;
como redoble de tambores, chúcaras aguas van
acompasadas con los repiques di'un sacristán. 

También el Loncco con su lampa, apero y ayjón, 
borda la alfombra verde de la campiña, sin ración;
con el sillar blanco, que la tierra vomitó,
con el arte y tesón que de sus padres heredó.

Y desde la roca de Sachaca, de su alto Mirador,
bendice al raccay más bello, el Divino Redentor;
en esas alturas, donde el viento se pone a silbar 
los tristes yaravíes del poeta Mariano Melgar.

¡Si’aventó la vaca…!

Un grito en el frío amanecer
destempló a un modesto loncco,
de un vecino de su pequeño fundo,
que lo gritaba a todo pulmón:
¡Agapooo...! ¡la vaca si'a aventa'u...!

Corre el loncco, con su dolor a cuestas,
ccaclla una rama de su viejo molle;
estaba muriendo su gueg-ra vaca;
se había roto el gastado astero,
se aventó con el serenado brote.

En el frío suelo, balaba a su dueño,
por la panza llena que la fatigaba;
sólo su cría, con su débil resuello,
acariciaba el pelo y el calor le daba;
también los perros con su ladrido
llamaban gente pa' la vaca amada.

Alocado el Loncco de lo que pasaba,
buscó la ternilla y le abrió el hocico,
le metió el molle pa' que regoldara;
no tenía eructo, no botaba nada,
¡estaba muriendo la que leche daba...!

Clamaba a Dios a todo lamento
con su mujer y sus tiritantes guaguas.
A la panza, agua; y al, hocico trago;
un poco de barro y  bicarbonato;
cerraba los ojos, ¡se estaba muriendo...!

Le hundió la navaja en el duro cuero,
le picó la panza pa' sacarle el aire,
pa' sacar la bazofia, le metió la mano.
La triste mañana, quedó en silencio
porque las avecillas también contemplaban
a la vaca amiga del bello paisaje;
no comprendían por qué estiró la pata;
agitados todos no hallaban que hacer.

Ya que el triste Loncco carajiaba al mundo,
mientras de rodillas su fiel compañera
chirgüía la última gota de la dulce leche
de las tetas frías de la ubre muerta;
no quería perder la materna ayuda
que la vaca daba a sus hambrientas guaguas.

Viento

Viento..., soplo frío de las Punas;
¡alalau! de mi ccospiada  vida,
picapedrero de la  roca  fría
con el cincel de mis tristes penas.

Resuello que a una amada susurrea
en los barrotes de su fría ventana,
ccachendo un  suspiro que  llama
al qquempiu que está en la  lejanía.

Viento..., que arrancas a las hojas
desccolonchándolas de la vida;
las arrancas de su tronco con herida
por ser viejas, por ser  ccoccas.

Madrugador, que vas errante,
ccatatando el veneno a la tierra ;
silbido frío que desde  la Sierra
vienes a limpiar el suelo ccapante.

Viento..., latigueas a los mares
arrancando con bravura nubarrones,
pa' hacer meyar hasta los rincones,
humariando la vida en muchos lares.

Andariego, que recorres por el mundo,
te accolpachas con pobres y los ricos,
galopiando por los valles, por los picos;
no te detengas, por favor, ni'un segundo.

Viento..., ¿quién eres, por qué te siento..?
¿quién es el que te anima y hasta cuándo..?;
¿será Dios que te está mandando,
o  Él mismo con su prodigioso Aliento?

El Amontono

Una escarchada tablada de papas,
en el fresco amanecer espera
al amontonador que surquea
después del guaneo, con chacas.

Brillan en el hombro sus lampas,
en su tranco firme por la raima,
se reúnen los lonccos pa' la faina,
cruzando a prisa verdes pampas.

Sus sombreros pintados con sudor,
de muchas jornadas de esfuerzo,
mientras un silbo tararea un verso,
impaciente por comenzar su labor.

Sólo esperan que la hora ordene,
pa' principiar a rajar la tierra;
afilan su lampa con una piedra,
pa' que no haya suraino que la frene.

Rompe con un carajo el más viejo,
es el capitán que encalla la lampa,
levantando la primera tranca,
el más mandón por ser el más trejo.

Doblan la espalda en el surco,
agarrando cada uno su pata;
las acarician de mata en mata,
ablandando el terreno quirco.

Al cual mejor, sacan su contada,
pa' que las critique el cruel capitán;
si trabajan mal, las papas no dan,
como el pecho de la paloma la chaca.

Sus camisas húmedas por el sudor,
por gastar la lampa con sus callos,
arreyando la tierra pa' los tallos,
con sus bromas pa' mitigar el dolor.

El patrón Calilla ayuda al más lerdo,
el sobón Alférez al viejo capitán,
cuando solpla la chicha que dan,
y el más taima'u se hace el sordo.

Sólo cuatro riales por el esfuerzo,
cuando se terminó el destajo;
más caro fue el bendito ¡carajo!
por ganar las papas pa'l almuerzo.

La Cconcha

Siempre la quija del Loncco
en tres tiznadas piedras moría,
era la cconcha que en la chacra
en ceniza las huacacaras volvía;
eran las tres piedras acaloradas
calientes del rescoldo guardado,
un pedazo de charqui chancca'u
en la piedra a la presa la doraba;
boca'u que hacía qquetimbiar
con un mordiscón di'una cebolla,
un vaso chicha husma o sayana
sacaba el qquechuro con sudor;
luego la olleta con agua y vapor
agotaba el aderezo de ajo y sal
con la carne de res del camal,
pa' hacer el chaqque de nabos;
papas del vecino llauqquiadas,
bien chanccadas en el batán,
con un choclo verde ccahuiu
y patasca del buen trigo remoja'u;
tripas y cecina pa' espesar el río,
verdura ccachida, una taja zapallo;
también ají colora'u pa' dar color;
chicharrones pa' mejorar el sabor,
en la ancana un ccachi de tosta'u;
el Loncco se quedaba esponja'u
al pie de la cconcha qui'an olvida'u.

El Granero

Pajar hecho con el sudor de mis tatas,
adobes pircados con el podri'u barro,
pa' guardar el resto del fruto cosecha'u;
granero con tijeral de la mejor madera,
con su techo de paja y tortia'u de cal;
sus claraboyas buscando rayos del sol
y covachas pa' guardar lo más sagra'u.

Donde roncaban las palas traspalando
el montón de trigo mentana guarda'u;
donde se curtían las quircas reyatas,
como cordeles que jalaban  paredes,
cargando el charqui del gana'u aventa'u
y petates de llama con grano cambia'u,
donde los ensullados montones de papa
buscando luz hasta que la siembra llegue:
blanca, negra, salamanca y chaucha.

Los dientes arrugados del maíz chulpe:
el culle negro y el colora'u chapudo
esperaban su desgrano de año en año.
¡Mi viejo granero!,  ¡cómo te extraño!,
baúl de los trofeos ganados con trabajo,
de las viejas monturas de cajón colgadas,
ccoccas barretas que en cerros peliaron;
duras riendas que amansaron a los potros
yugos que ccaitiaron a los toros y bueyes.
gastados aperos que amasaron tierra,
cabos de lampas comidos por los callos,
qquepinoñes en caronas de cargar trigo,
y sinchos con accoccayados garabatos.

¡Cómo te extraño!, mi viejo granero...
ya no abre a tu puerta la llave de loba,
se accoccayo la chapa por falta de uso;
te deboró el tiempo, mitigando el  hambre;
los moscardones, tu madera tragaron,
se cayó tu techo, por no mirar su dueño
a tus paredes la carcomió la lluvia;
regresó a la tierra donde la trajeron.

¡Mi viejo granero!, hoy abandonado;
lloraría de pena si te viera el dueño,
volvería a morir con un desmayo,
por su "guardador de su pan pa' mayo".

El Rajadiablos

Dicen que rajaba los diablos
por los chicotes cruzados,
corriendo de un la'u pa'l otro
en su viejo caballo alazán.

Con su montura de cajón
y sus riendas de cuero'i llama,
hacia lo que le daba la gana
sin tener respeto al montón;
por haber vivido a todo lazo,
a nadie hacía caso,
cuando tuvo sus veinte años
era un joven osccollo asusta'u,
pero cuando estaba monta'u
y con su surriaga en la mano,
amanecía siempre corretiando 
por tomar té pitia'u temprano.

Era un loncco de pocas palabras,
¡donde ponía el ojo ponía la bala!;
si su zurriaga tronaba
era porque buscaba a su amada;
luego de espolear su caballo ,
se perdía en el oscuro polvo,
sin pronunciar ninguna palabra
pero con una maltona en el anca.

Su viejo alazán muy engreído,
por la  panzada de biscochos
que en su sombrero le daba,
con una copa de vino
en su bota de buena cabritilla.

Cuando estaba en borrachera,
su alazán lo buscaba;
entraba a la tienda a sacarlo,
lo despertaba con su resuello,
hociquiándolo fuerte en  el cuello,
lo sacudía hasta despertarlo;
así gozaban a todo lazo la vida,
dos amigos pasiando el orgullo.

Una triste mañana, no lo encontró
se habían robado a su alazán;
buscaba como loco el rastro,
y lo encontro tendi'u en el pasto:
bañau en sudor y tiritando;
se  había regresa'u cojiando
con sus dos piernas quebradas;
quizás saltando una acequia
con esfuerzo o en un hueco  
di'un mal camino,
maldecía al ladrón asesino
y al que encontraba a su paso;
tenía que pegarle un balazo
pa' quitarle el cruel tormento;
no encontraba el armamento,
se escondieron sus amigos,
sólo sus perros por testigos
tomó la más triste  decisión;
sacó un ccaito di'un costal
y le tuvo que atar el hocico;
buscó una lampa y un pico,
se puso abrir la sepultura,
mientras el animal pataliaba;
él su sudor y lagrimas se tragaba,
despidiendo tan noble animal.

Paso el tiempo despiadado,
cabizbajo y muy encorbado,
tuvo que aprender a caminar,
a sufrir y olvidarse de gozar,
dobló el pico y calló el ocico,
porque en esta triste vida
"los orgullos y vanidades
nunca duran eternidades".

Los frutos de la Avaricia

Al pie de un chascoso sauce llorón,
la luz del día ccatataba el atardecer;
las negras siluetas, después de padecer,
llegaban a su raccay después de sudar en su tablón.

El amarillento sol se iba a descansar,
llenando de tristeza al viejo caserón;
se quedan como la soledad de un pantión
la loncca enccapichada con ganas de amar.

Tristeza en la noche, alegría en el día,
era la letanía de la solitaria Prudencia;
pero un taima'u cholo le quitó la paciencia,
el amor llegó a su casa, como ella quería.

El taima'u Francisco, que en la'utra banda vivía,
amarró su caballo al pie de la tranquera,
fue un vaso de chicha y una larga espera,
el loncco la miró tite y ella se quedó fría.

Al otro día, ya no le importaba la picantería,
sólo miraba a lo lejos para el callejón
esperando al cholo que flechó su corazón
era  su primer hombre, lo que ella quería.

Los dos qquetimbiaron y se casaron
conocieron el amor de  maduros;
pero su miseria los volvió muy duros,
por eso una gran fortuna amasaron.

Vendían el vicio pa' que hagan querellas,
vendían la chicha hasta la cosecha;
a la buena gente, que estaba desecha,
un topo de tierra por unas botellas.

¡Quiero más!, ¡hastan'de mi vista alcance...!
Les taquiaba trago y lo compraban todo,
pa' que se atollen más en su propio lodo,
arar su misma chacra hasta que se cansen.

Bajaban los cerros a pico y barreta;
lomiaban como hormigas a punta y zurriaga,
hasta sus hijos a'nde el único que paga,
trabajando de sol a sol sin conocer carpeta.

La picantería se convirtió de un granero
de atizar la cconcha a contar esterlinas,
arrendaban los cerros, cobraban gallinas,
vendía los huevos por el pueblo entero.

Gañanes y yuntas, muchos mayordomos;
peones sembrando y pircando canchones,
graneros y palacios para los patrones,
pa' levantar bordos les faltaba manos.

Nacieron los hijos con más avaricia;
todos los del pueblo eran sus peyones,
todo era miseria, sólo qquepiñones;
pero pasó el tiempo y llegó la justicia.

Los nietos vendieron lo que no sufrieron,
vendieron fortuna, compraron miseria,
barriendo las calles de los que sirvieron,
pagaron muy caro la ambición y tiranía.

Vivieron gozando, pero a mucha prisa,
heredaron al pueblo sólo la pobreza;
a sus nietos engreídos la falsa riqueza,
así son los frutos..., los frutos de la avaricia.

El Lamento

El loncco de don Manuel Toribio,
desgraciado desde su modesta cuna,
se casó con la colérica de doña Eulalia,
la picantera más afamada del pueblo.
¡Cómo lo hacía trabajar esta señora...!

— ¡Ya salió el lucero...!, ¡hay que cargar agua...!,
¡hay que llenar la paila pa' la chicha...!,
¡los cuches están hociquiando el corral!,
¡están de hambre!, ¡lleváles la ccaccallocca!,
¡las gallinas están picando el guano...! —

— ¡Lleváles el anchi que se está mosqueando!,
¡esos conejos se van a comer entre ellos!;
¡¿no has podi'u ccachir un poco de alfalfa?!  
ahurá, ¡no hay ccapo, raíces, ni guano!,
¿qué vas atizar en la cconcha?, ¡malaveni'u...! —

— ¡Corré corriendo!, ¡llevá el gana'u a la chacra!,
¡ya se los están comiendo las moscas!;
¡tenís que lavar la tinaja y las chombas!,
¡se va a picar esa chicha, ¡carajo...! —

— ¡¿qui'hacís para'uái escuchando...?!,
¿querís saber lo que conversamos...?,
¿no tenís que hacer?, ¡badulaque...!
¡andá a desempoyar el güiñapo!
y al seco de la hera, ¡lleválo al molino...! —

Lo trataba como un burro de estaca,
aunque rezongando, pero lo hacía;
pa' doña Eulalia todo estaba mal...

Un día, llevaba en la burra el güiñapo,
pero, para el mal de sus culpas,
se le atravesó un burro mañoso
y se la llevó qquetimbiando a su burra;
llegó la noche y no la pudo encontrar.

— ¡Eulaliaaa...!,
¡un burro se la ccatata'u a la burra...!,
¡me' cansa'u de buscarla y no sé a'nde si'aido...! —

— ¿Y tu'avía tienes cara pa' venir...?
¡no quiero ni verte hasta que la encontrís!
¡te voy acabar la tocpina en el lomo!,
¡Cuchimacho...!, ¡Relincho!, ¡Hunter bandi'u! —

Don Manuel Toribio estaba más asusta'u
que una cuche dentro del maiz;
buscaba y buscaba, y no la encontró,
así que se mandó a cambiar,
y se fue a las Minas de Potosí.

Pasaron los días..., y doña Eulalia
comenzó a extrañar a su mari'u;
por las tardes, subía a lo más alto del cerro
y lloraba con enternecedor sentimiento,
y decía:

— ¡Manuel Toriii...bio veníii...teee...!,
¡ya la burra aparecióoo...!
¡en la raya de Hauranguillooo...!
Manuelitooo... compañeritooo...;
¡veníii...teee... Manuelitoooo...!
Manuelitooo...compañeritooo...
¡Aaay...! —

Ni los ecos de los cerros le contestaban,
sólo su vecina, una modesta campesina,
que afligida gritando pedía ayuda:
— ¡alcohoool... alcohoool... alcohoool...! —

Poema Loncco: El Camayo

Una braza en la noche se anima,
se columpia en el oscuro campo;
es el cigarro que tirita en la mano
di'un camayo que se atolla regando.

Con su lampa que lleva en el hombro,
busca los bordos pa' sacar la chamba;
agitado, chimba la escarchada hierba
endilgando surcos, arreglando trancas

Compone la chaca que'stá mal formada,
sacando la pata que no está surquiada;
sacando el suraino pa' que no deslave,
controla la huaica en la chacarina.

Arrechina todo pa' que nada escurra,
la hora le gana, el chilicuto advierte;
el qquesqque se mofa, el gallo lo apura;
el frío acaricia la silenciosa lucha.

Las plantas tawis deben ser regadas,
hasta que la mita con dolor se acabe;
riega una calle, riega una tablada,
correteando de la cabecera hasta la culata.

Buscando la sequedá', de mata en mata,
no pierde ni gota, pa' que no haya caida;
sus botas le ayudan sin temer al barro;
está ladrando el perro para la cascada.

Una carajiada, con el rondador y nada,
la compuerta caye y le corta el agua;
el loncco triste por no acabar su faina,
remanga su poncho y cierra el boquerón.
Una pequeña braza se columpia y se aleja...
"es un cigarro que tirita en la mano
de un viejo camayo que estuvo regando".

Los Apodos Lonccos

En mi pueblo había un sacristán
que a todos les ponía apodos lonccos
Que dónde vive don "Juan Cuete",
más abajo de la "Capa Cuche";
que hoy está de santo el "Cutire",
mañana el "Ollaimote" y el "Qquesqque",
pasa'umañana el "Ccaspa'u" y el "Perol".

El "Cherche", "Sacuchichas" y "Getadioro",
ayer si'an ccospia'u; el "Ccalamiche"
con el "Flor de papa", y el "Qquecheras"
el "Pesioso" y "Caimainar" miraban;
el "Pan con llatan", el "Copaipalo"
discutían con el "Cinco pa' la una",
causa del "Ccariche" y el "Orejailata"...

Si'aido amontonar ahurita el "Bajamar",
el "Pata maldita", el "Tawa" y el "Pichus"
donde el "Occotefino" al Agramayo,
y a'nde la "Mula", la "Remula" y la "Bestia";
si'aniu el "Lloqque", el "Chocca" y el "Palote",
el resto, a'nde el "Pecho'ilata"
y el "Timón de apero y  palo";
nadie a'ido a'nde el "Churanas",
a'nde el "Choroilas"  y el "Siete siete";
mientras que el "Aeropajita",
el "Media lampa", el "Santo quema'u",
el "Boca'ifierro", el "Charqui" y el "Güicho"
están asoliándolos el la Plaza,
ocupándose del mundo entero.

El Loncco

Dicen que los Lonccos somos rudos y vulgares;
también que somos rústicos, toscos y ordinarios;
pueden ponernos todos los apodos que truenen mal, 
compararnos con un desgastado cuchillo oxida'u,
pero nunca nos quitarán nuestro modo de hablar.

No importa, masqueseya cantando o quetimbiando,
nuestro dejo es arequipeño, no es roto, guaso ni limeño;
Loncco es el que madruga con el Lucero matutino,
pa' tomar el primer bebe de agua del fresco manantial
o el primer chorro de leche antes del mamanto del ternero;

Loncco es el hombre que trabaja el campo,
que despierta con el canto de los pajarillos,
para arañar la tierra, para ver si su semilla si'a empreña'u,
y con  su lampa en el hombro rondando las caidas de agua,
pa'que tonccoreyen sus plantas pa' que no se mueran de sed.

Es el que con la mansera de su apero en la mano,
y el aguijón en la otra
arenga a su yunta pa'que surquee los renglones
en la tierra que lo vio nacer y después lo accolpachó;
es el que siembra, almeya; el que guaneya, ccoreya
y el que cosecha el fruto con su sudor; no es el taima'u,
que sólo espera en el bordo que le caiga el maná del cielo,
humariando con envidia y maldades la ira del Padre Eterno;
es el que tiene sus venas inchadas por el esfuerzo;
es el que platió sus sienes quinchando y ccollupiando.
las vanidades de la ciudad o calchando y tawayando
las vivezas de "los come de'n valde" del merca'u.

Loncco, creo que es el único sano qui'a queda'u,
por eso Dios le da muchas fuerzas y voluntad ,
porque es bueno, no miente, no roba, ni es ocioso;
porqui'á calcha'u su juventud pa' dar de comer al pueblo ,
olvidándose de  guaniar el amor de su compañera,
y de humariar a su debido tiempo a sus ccoros
pa' matar la gusanera de las malas compañías.

Loncco es el qui'a rapia'u los buenos ejemplos de la vida,
y si'a cultiva'u  en la Universidad de la Naturaleza,
y su título si'a firmau en los callos de sus manos;
él nunca  necesita diplomas ni pergaminos,
él sólo guarda, pa' las futuras generaciones, la mejor semilla,
rociándole el  veneno más ccapante pa' cuidarla de la polilla. 

Loncco es el que arqueya las buenas acciones,
y con el tiempo las deshoja desgranándolas con bondades;
es el que siempre escarba las papas con amor
y las escoje desde la más grande hasta la más chica,
y  vende barato pa' que las compre el que menos tiene.
es el que se muerde la jeta cuando no tiene plata,
es el que le da pa' delante sin mirar al vecino,
descansando su cólera rompiendo o barbechando la tierra.

Loncco es el soncca un vaso de chicha con ruidosos sorbos,
pa' pagar la Santa Tierra deseándole salud al que lo acompaña;
es el que siempre anda contento y, cuando toma, siempre dice:
!Aunque pobre, pero estoy eructando a pavooo...!

Si vais pa’ Sachaca

Con su ccepe de guano
junta'u di'ande la ccala,
trotiando subía la cuesta
una maillana del pueblo,
pa' cambiarlo masqueseya
por un cogollo de chicha;
pero la picantera la recibe
con la vena revuelta.

— "¡Qué hacís mirándome tite!",
agarrá siquera la pocuna
y andá a atizar la cconcha;
ya estoy chocni de tanto humo,
se va a llenar de ccechincha la paila;
saca la ceniza de la teqqe,
ayudále a cernir la chicha;
sacá el claro primero con el huinco;
esta chicha va' a salir pura ccaccallocca,
¿no han podido zurcir la seisuna?;
quién va a tomar pura usma,
por el frío ni cconcho hay;
la güinapera qué se a creyi'u,
mi'a traido el güiñapo de maiz chuzo.

Ahurá de qué voy hacer los picantes,
todo ha esta'u caro en el merca'u;
corré corriendo a traer unas licchas,
pa' apachurrar unas auchas
con tosta'u masqueseya;
¿no vez que ya'an madruga'u
a comer los benditos picantes?,
sus mujeres, cómo los harán ñacar
de hambre en sus casas.—

Así, sudando la gota gorda,
carajiando por dentro y por fuera,
pero con una mueca de alegría,
agitaban las humiantes cazuelas
con su cuchara de palo,
sazonando con atronadores sorbos,
bajo la mirada  del gato cconchero.

Así eran todas: buenas y trabajadoras:
La del callejón del Dos de Mayo,
con su jayari rocotia'u,
atendidos por la  Daría  y doña Josefita;
ahí entre  humo y sarsa de cebolla,
escuchaban a su peña criolla...

Nunca faltaba un conejo chacta'u,
en el mirador de doña Juanita;
y la que siempre tiraba más prosa
era doña María, por su rica chicha,
que a son de batán y chaqquena,
derrochaba hermosura la Ismena,
mientras servía el anisa'u don Eleodoro.

Más abajo estaba la Caucau,
con su buena mano, entrando, entrando.
les ponía su rico escribano;
luego les sirvía su llatan occote y mote,
bajo las tristes notas de un yaraví,
por don Salvador y su cuña'u Clavijo.
Más allá de la paccha, la tía Lucila,
quien con cariño y esmero,
les servía su cuy chacta'u y su puchero.

Cuesta arriba, estaba la Marcarani, 
con sus exquisitos americanos,
y esas partidas de briscán,
entre los Flores y Espinozas;
aguaytiados por el siguilili  Sacristán.

En mi Sachaca había mucho más...;
era un granero de tradiciones,
que se traspalaba tu'itos los años;
Té pitia'u por las mañanas,
rica chicha por las tardes;
Ño Carnavalón, quema de Judas,
convites, entradas de ccapo.
Si vais pa' mi Sachaca,
que te cuenten de mi Tierra:
"roca, mirador de hermosura..."

¡Quiharán cuando me muera!

!Asisclo...¡, ti'ás puesto a pensar...
¿qui'harán cuando te mueras?
¡Ah...!, cuando me muera,
llorarán sobre mi tumba, teqques de dolor;
habrá lamentos y congojas;
las lágrimas humedecerán tu'itos los pañuelos,
el más qquelquer gritará unas cuantas palabras
rapiando mis acciones guardadas
en los cerones de mi vida,
las güenas y las malas;
mis quimbiadas y qquetimbiadas:
— «¡tan bueno que era...!, !dichoso...!, 
sólo nos lleva la delantera...!» —

Luego de borrarme de sus vistas,
con una lampada de tierra,
se agolparán alrededor de mis deudos,
para que los veyan que han ido al entierro:
—«¡paciencia..., mi más sentido pésame...!—,
les dirán,
—¡que esté gozando en el Reino del Cielo...!» —;
los más cenachos y botarates 
entrarán a la cantina más cercana
y tomarán una copa en mi nombre,
pero como ya no tengo derecho a vaso,
la botarán en cruz  al suelo,
—¡por el alma del que si'aido!—;
otros murmurarán: 
—¡y ahurá, ¿qué harán los deudos?,  
porque grande ha si'u la matadura
qui'a deja'u el fina'u...!—

A los pocos días,
en el sepulcro frío de mi tumba,
nadie me defenderá de los gusanos;
los que harán su agosto,
comenzando de lo más sagra'u:
"lo que estoy cuidando tanto...";
una cruz con un pactuy de letras,
marcarán mis despojos;
así mi silenciosa tumba
quedará olvidada hasta el mes,
que me llevarán un ramo de flores,
escogerán las más marchitas
por ser las más baratas del merca'u,
pero sólo pa'que no hable la gente;
y ya no se acordarán hasta el año,
pero, si es que les queda algo
de lo poco que les dejé;
ese será "el pago de Chile";
después de haber trabaja'u tanto,
haber suda'u la gota gorda,
ser peña dura y misquirichi,
dejarles las alforjas llenas, ¿Pa'qué...?
pa'que esos badulaques se lo magmen todo
y ni el gallo me dejen;
venderán hasta el domindejo,
mis chucllas las regalarán
pa' la cconcha por un bebe de chicha;
!Qué mita ni mita!,
primero irán a las chinganas
a gargantiar el trago;
esas plantas estarán tawis,
inclencles y llenas de ccora,;
los bordos más chascosos que ellos,
las acequias rebalsarán de arena;
no dejarán ni piedras en los portillos;
los vecinos, de tanto quinchar los bordos,
se irán desde esta banda hasta la'utra,
¡claro...!, "al arca abierta el justo peca",
habrá unas ccospiaderas entre ellos...,
por el puña'u de tierra que les dejé;
¡todo será un destino!,
no quedarán aperos, yugos,  y horquillas,
aventarán el trigo con las manos;
¿a dónde irán a parar las caronas y los cinchos,
los asteros y las reyatas...?,
¡amarrarán el ganáu con guatos!;
los animales ñacarán al Padre Eterno,
si es que no los han vendi'u,
!Jesús, María y José...!
¡Quiarán cuando me muera!

La Trilla

El preceptor nos enseñaba a cantar:
«Sembrando el trigo voy caminando,
trigo bendito, futuro pan»,
antes del aburrido silabario;
acompañado por el silbido peregrino
del tren de vapor matutino;
mientras, nuestros tatas trotiaban
para dar inicio a la esperada trilla,
arreyando la  tropa del atajo de burros,
una alfombra dorada de verde encaje;
eran los trigales, que adornaban el paisaje;
los peyones sonccaban el resaca'u
antes de ccospiar el trigo escarcha'u,
las mujeres serrucho en mano,
con salero y coraje comensaban la siega,
remangando sus largas polleras,
y estrujando su sombrero huaccali, 
callejoniaban las extensas tabladas
cascándolas con diestras serruchadas, 
tarariando y silbando sus yaravíes
y, como buenas Arequipeñas, sus pampeñas,
mientras los varones juntaban los pactuyes 
de espigas segadas en ccepiñones,
para cargarlas a la era, donde el patrón,
quien con su horquilla en mano,
desparramaba las barbilladas mieses, 
producto del trabajo de seis meses.
Un almuerzo de chaqque de tripas
luego, un jarro espumante de chicha
les remojaba el seco hualgüero
y con un mordiscón del rocoto más picante
apagaban la engranerada cólera.
Después de apaciguar la barriga,
un Loncco desiya: «más vale una tendida
que cien platos de comida»;
luego se ponían a  formar el atajo,
entre los burros y caballos de la  tropa,
el burro más viejo del vecino,
por chumbeque y flojo lo ponían de madrino,
con una fuerte cabuya amarrada al sincho,
cobra que encadenaba a las acémilas,
desde el más maltón, al más relicho
y del más choccho al más mañoso caballo.

!Qué buen gana'u..., la mita mío y la mita roba'u...!,
!hualali...hualali...!, ¡que el patrón está huaccali...!,
!trillale..., trillale..., trillaleeee...!;
eran tonadas pendencieras de los arreyadores, 
zurriaga en mano, avivaban el trote del atajo,
varias vueltas de horquilla en la pargua,
y se  llegaba a la última pacchada;
el atajo agitado por el trote del trabajo,
y  con espuma en las verijas, eran soltados,
ni un rial por su trabajo,
y como premio el rico pajonal.

En la parada de montón,
se juntan dos bandos: "Paris... monis..."
y  la contienda loncca comenzaba
entre los de arriba y los de abajo. 
El capitán Santos Lloqque 
con su voz de trueno decía:
!...tenemos que ganar carajo...!;
el capitán del otro bando, 
don Pedro Cabuyas contestaba:
!...perro que ladra no muerde...!;
al tiro se hacía la acostrumbrada apuesta:
dos cantarillas de chicha con picante
y una botella de bajamar pa'l mejor bando;
el patrón marcaba el lindero,
después de arreyar una horquillada al aire, 
tu'itos comensaban a arreyar las granza
formando el montón con sus palas y horquillas,
apurados por los broncos gritos 
de los pelincos capitanes;
mientras las mujeres con escobas de duraznillo,
nublaban el frío ambiente con el polvo y la granza,
"di'un siusiu y de un sausau estaba el montón perfila'u".

Lección aprendida de sus Abuelos,
y mientras unos festejaba el triunfo,
a los otros se les cruzaban los chicotes,
unas gotas de lluvia del encapotado cielo
y comensaban a aventar el trigo ,
buscando la mejor abra del viento;
pa' hechar las granzas al aire, pa' separar el trigo.
Así trabajaban sin descanso ,
hasta agotar su último esfuerzo.

Luego de ver limpio el trigo,
la patrona les servía los humiantes potajes,
un charquicán de conejo, con manteladas de mote,
como premio a la qquetimbiada sin freno;
mientras unos traspalaban el Trigo,
los otros se burlaban de los qquenpidos y mauleros;
«veinticinco fanegas de trigo por topo»,
pero, de los costales garivaldes,
que sólo cargaban los hombres de buen ccaito.

El patrón, todo bonachón,
se remolía como pavo de alegría, 
por la buena cosecha lograda,
con su botellón de vino en la mano; 
invitando a diestra y siniestra,
también había chicha y aguardiente
para matar el conejo chacta'u;
luego venía el reparto de la patrona,
cada uno con sus ccepes de trigo,
ración acostumbrada.

La noche se acercaba con su densa oscuridad
la incesante lluvia apuraba  la despedida,
el Loncco cansa'u regrasaba a su raccay,
quimbiando y con su ccepe en el lomo, 
cantando su triste yaraví por haber cosecha'u
el Trigo Bendito del Futuro pan.

El Hualali

La cosecha de los Lonccos
siempre terminaba en jarana,
el hualali, nunca faltaba,
era el premio a su trabajo;
comenzaba con un carajo,
para terminar en la mañana.

Estrujando a sus huaccalis,
metían la mano los capitanes:
don Santos Lloqque, con vino;
don Pancho Cabuyas, con trago,
y con la chicha el patrón tacaño.

El Bartolo con el Valentín
tocaban las dos guitarras,
el Apolinario y el Eustaquio
con su gruesa voz cantaban,
mientras que el Policarpio
y el qquenpiu del Melecio
el fuerte trago sonccaban.

El Eufracio, ñato de risa,
jugaba con el qquesqque Elisbán;
el Quintín agarraba a la Tarsila,
el Cupertino a la Escolástica,
el Cleto, el Matías y don Nico
a la Adelaida, la Pina y Eudocia;
¡a chanccar papas en la era!,
como el gallo y la gallina la marinera,
hasta sacar el polvo del suelo.

Todos al cual mejor se movían,
el Urbano arrastró a la Barbarita,
cuando miraba su mari'u Severo,
que colora'u como un pavo,
fue a rescatarla del atrevi'u
y como estaba hervi'u por el trago,
se le puso bien insolente;
lo carajió como un valiente
y comenzó la tostadera.

Le voltio la nariz di'un puñetazo,
sancándosela de su sitio
y "cinco pa' la una" se la dejó
al conchudo del Urbano.

¡"Donde hay gente, no muere gente..."!
dijo el más serio de don Ántero;
leqque pa' un lau..., leqque pa'l otro;
la Brígida agarró de las trenzas
a la Clotilde y barrió el suelo con ella,
con sus polleras como chalina.

La Clofe surquiaba la cara
a quien se la encontraba.
Una ccospiadera a todo dar;
Don Juan de Mata y el Benedicto
se carcajiaban en un rincón.
Pero doña Águeda, dueña de casa,
de cólera les arreyó un baldazo
con el agua de los picantes rocotos.

Al otro día, don Pancracio y don Tircio,
tu'itos ccoyos, comentaban
en la esquina de la recova:
¡Haber fijáte lo qui'a pasa'u ayer!,
¿Quién no la conoci'u a esa mujer?
qué si'a crei'u el celoso Severo,
"cuando un burro rebuzna...
es que la burra está dispuesta";
pa' qué tenía tanto miedo
si su güisgüe es honrada;
¡haber ahurá...! ¿Qué dirá el patrón...?

El que está más frega'u es el Casimiro:
como membrillos se los han deja'u;
al Elisbán, la oreja li'an mordi'u;
¡casi se la'n saca'u pa' faldeador!;
el pobre Ciriaco está peyor,
si'a pasa'u los dientes como tosta'u...
ahurá está con su boca como nicho.

El Cancio, riendo lo han dejau,
la quijada le han saca'u de su sitio;
el Tovías tu'avía sigue sintiendo
las campanas de Año Nuevo,
y el Juvenal, las estrellas de Navidad.

¡Barajo...!, eso saca uno de ser bueno,
todo por un ccoronta cruza'u;
unos en el calabozo, tiritando,
otros, sus pantalones zurcirendo...
el Año Nuevo tristes van ha recibir,
sin pago, y todo por qué santo:
¡por haber tinca'u lo ajeno...!,
lo que va a disfrutar el dueño.

El Ccara ccara

Antes de acostarnos, ¡cómo lacliaba mi tata!
contando las historias de sus abuelos;
pero, antes que nos gane el sueño,
tu'itos de rodillas a rezar "El bendito":
«Con Dios me hecho, con Dios me levanto,
la Virgen Santisima me tape con su Divino Manto;
la Cruz vence y vencerá, que en ella murió y me salvará;
cuatro pilares tiene mi cama,
cuatro ángeles me la guardan:
Lucas y Marcos, Juan y Mateo,
y el  Señor Jesucristo en medio...»,
con toda devoción y respeto.

Al otro día, al primer canto del gallo:
— «¡levántense...! ya el sol esta en el alba,
hay que enseronar la burra parda
pa' llevar la chicha, tenemos que almiar las papas;
hay que sacar la leche de las vacas
antes que se la mame  el ternero;
que vaya a tawayar el maiz ese chico badulaque 
con la cantarilla vieja que está en la chuclla
los chirotes se van a escarbar la semilla del máiz...» —

Así, acostipados, sobándonos los chocnis,
todos de pie, como un solo hombre,
unos pa' una banda y otros pa' la la'utra.

— «¡Chirote!, ¡chirote!, pecho colorado,
no te comas mi maicito, que's pa' mi tostadito» —
Luego, después de haber muda'u el gana'u,
con oberol remenda'u y zapatos ccara ccara,
trotiando como un caballo desboca'u,
llegaba a la escuela después de la campana;
por mi tardanza la carpeta de caballo
y en el calzoncillo la vara de membrillo;
las tareas con borrones por falta de espelma,
la libreta taquiada de pura mala nota;
"orejailata", por el frío, y "huaccali", por el trabajo;
era como el trigo hela'u, que no tenía aliento,
así que, por porrete, solamente un coscorrón;
el miedo a la palmeta me hizo cimarrón,
ya no quise regresar a la bendita Escuela,
y a lomiar en la chacra sin terminar la Primaria.
Hoy lamento mi pobreza, por la cuchería;
los lápiz y lapiceros son las lampas y los aperos,
de la vida sólo espero ser un ¡buen chacarero!.

Las Ccospiadas

Él, en su catre de cuatro pilares;
ella, taimada a su la'u lo miraba;
con la luz di'una espelma chorriada,
anochecer de cuentos y cantares,
aún sin luz ni ondas radiales.

Acurrucada a su lau, la prole escuchaba,
luego de la oración, la vida pasada;
la triste noche, a su modo distrayendo,
pa' que sus hijos la sigan contando,
la experiencia en su pueblo vivida.

Pa'l Loncco siempre había un relato,
barbechaba su cansada memoria,
chirgüía la última gota a la historia,
barriendo con su lengua buen rato,
pintando tan claro como un retrato.

— "Que... el «padrecito» le apagó la vela;
cuando le contó su hijo botó candela,
se puso celoso y mató a su esposa;
que no fue «padrecito» sino la mariposa,
y sólo de muerta pudo entenderlo"—
a la cárcel se fue lamentando.

—"Que... de noche salía «la mula herrada»;
llenando de espanto a tu'ita la gente,
les daba terciana sin el aguardiente;
por el antimonio de plata guardada,
por eso la mula tenía cadena pesada"—.
—"Que... en la hora nonis, aullaba un «perro,
azulejo y grande» que ladraba pa’l cerro;
era el demonio que estaba buscando,
al patrón que se estaba muriendo;
se lo vino a llevar por cruel y usurero"—.

—"Que... la «costurera» se amanecía cosiendo
por los cuatro riales pa' su faltiquera;
poniendo los broches a una pollera,
se apagó la vela que estaba alumbrando
y las almitas le alcanzaron un huesito ardiendo"—.

—"Que... buscaba a caballo, el fiel sacristán,
a las almas que en el Cielo no están;
se sacaban los «férretros de la Caridad»,
astillas los hacían, por pelear sin piedad
y sólo a zurriagasos les quitaba su afán"—.

—"Que... «¡con Dios y Santa María huaccaccac!»,
y alzaba vuelo pa' ver al diablo, una bruja,
pa' bailar a su alrededor con su ediondo olor:
¡qué rico está!, ¡qué rico está!, ¡qué rico está!...;
alguien dijo: ¡pof! y el diablo se espantó.
Ahora hijos a meyar y acostarse porque
pueden asustarse y en la cama pueden mearse"—.

El velorio de Judas

Caminaban los Lonccos tristes,
el Viernes Santo de mi pueblo;
con gomina y terno negro,
carganban al Señor los más fuertes;
los huaccalis y "chupe de viernes";
esos publicanos y magdalenas,
clamaban perdón por sus penas,
rezaban y cantaban con fervor,
mirando tite a nuestro Redentor,
prometiéndole ser almas buenas.

Con pétalos desccolonchados
de las chascosas crecentemas,
ofrecían a su Diós por las ventanas;
el camino adornado por todos lados
con raquirraqui  perfumados. 
— «¡Sangre amorosa...!,
¡Hasta cuando hijo perdido...!,
¡Si la Magdalena...!, ¡Perdona Dios mio...!» —
clamaban gorgojeando con respeto,
buscando la respuesta en su sordo eco,
pedían perdón en el atardecer frío.

Cuando el Señor, al templo llegaba,
colocaban silenciosamente en su altar;
los Lonccos se retiraban a descansar,
la colación, en la talega para su guagua,
y para el mal de ojo, la bendita agua;
la bendición hacía a la familia dichosa,
llega primero a su casa la esposa,
se quedaba en la esquina el cenacho varón
para tomar parte del tradicional encontrón,
donde apagaban la sed con una espumosa.

Juntos todos, los amigos en la cantina,
un año esperaban ese alegre momento
para hacer de "QuecoJudas" su Testamento;
como escribano, era al lengua más fina,
al más ccelccer o el que hacía más rima.
Primero juntaban el ccolqque para el cortejo,
para mandarlo hacer donde el cuetero más trejo;
hay que repartir sus cuantiosas herencias,
primero que remuerdan las conciencias,
el más jainacho, el buche y al más flojo.

Así, entre roncas y fuertes carcajadas,
doblaban el codo hasta llenar el gualgüero;
no se quedaba ni el más curtido cuero,
todas las herencias eran bien festejadas,
los trapitos al sol de sus acciones erradas.
«Que el maistro Hipolo y su gran rollo,
que los "lengualargas"  y la rabo de pollo";
que las "corbachas", "cucufatas" y las "piris";
que el "tiro largo", con sus famosos "cutires",
y el "pechoilata" con el "cuchi criollo"»

«Tuvo amigos a montones, pero mujeres nones;
que las limosnas no dan por culpa del Sacristán;
mañana es cuaresma, yo no me confieso,
porque el "tata cura" lo tiene tieso...;
que el Gobernador no se amarra bien los calzones,
y que el Alcalde "tragadenvalde" no tiene cojones...»
así,  siguen las parábolas y las bienaventuranzas,
los mandamientos y sus maldades en la balanza,
hasta gastar el último ccolqque de la cartera;
unos ñatos de risa y otros con qquechera de cólera
así, era el Velorio de Judas
el Viernes Santo de mi puelbo. 
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El Eucalipto  

Ya no están los frondosos eucaliptos, 
ramada verde que sombriaba el paisaje
en el agramayo de mi loncco pueblo;
de hebra fina, como sus viejos troncos,
llamaban viento pa' su alegre meneo.
Pero una tarde del chinchoso agosto,
alocado sopló con desbocada  fuerza,
se quebró y le quitó las ramas,
se quedó ccoro y perdió las ganas
el moribundo leño se retorció de cólera,
mientras que los otros regalaban vida.

El Loncco asusta'u, pensó en raimarlos
a sus eucaliptos que crecieron tanto;
los dio pa' ceniza a un viejo leñatero:
¡bótenlos a tu'itos!, ¡sin dejar a ninguno!;
moría de pena cuando encallaban el hacha
o roncaba la  sierra en el  bolillo;
también las avesillas, de dolor pleitiaban
al no ver sus nidos donde antes estaban.
Sólo salvó uno del hacha asesina,
por su hebra torcida que pa' rajar era dura;
sin ramas que lo abriguen, sólo se quedó.

El Loncco, pa'l frío, le arrimaba chala;
servía para amarrar un toro o una ternera;
o para atrincar un burro sin tranquera.
No tenía razón su solitaria vida,
convertido en un leño que nadie lo quería
o en una tétrica casa di'una lechuza.

Un lluvioso verano le remojó el hualgüero,
humedeció tanto que le brotó ramas,
recupero lo que desccolonchó el viento;
llamaba a las aves pa' que se acurruquen,
en sus hojas tiernas y las acariciasen;
todas encorvadas buscaban la tierra;
quieren dar gracias por regalarles vida;
nacieron repudiando la fastidiosa altura.

La gente lo busca sin comprender nada,
sólo por la sombra que sus ramas dan,
o por el chiflón de aire que ahogarlo quiere;
pero ellos no saben de su triste historia.
Hoy, el más chascoso de nuestra Campiña,
atraccion de amores y de los pintores;
es el que representa la bravura loncca,
al que nada tuvo y lo tiene todo.

Cuando a sus hojas las arranca la corriente,
se van lamentando, carajiando  al viento
por quitarle la vida, que la quieren tanto.
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Un Día Loncco

El madrugador lucero de la mañana,
anima al gallo cantor al clarear;
su insistente grito hace despertar
a los pajarillos de rama en rama.
Trinan alegres en la fría aurora,
tiritando todos en concierto,
saludan a su Dios que está despierto.
Los carneros balando dan sus quejas;
los jilgueros lamentan tras las rejas
y los cerdos se revuelcan en su lodo.

El “loncco” ronda el agua en su caballo,
pa’ “ccollupear” la tierra cosechada;
limpiada, barbechada y “melguiada”;
chimba, pisa la “tocgra” y se atolla
riega pa’ matar el gusano y la polilla;
lampea, lampea, el terreno está duro.
Se agotan las fuerzas, a pesar de ser rudo
corta el agua, “arrechina” los boquerones
fatigado, desenrolla sus pantalones
y se limpia el sudor que le sacó el “ccechuro”.

Les da agua a sus vacas, las muda,
quincha los bordos, saca las “chambas”,
se pone a “ccoriar”, acariciando ramas,
su mujer en el bordo le trae alegría,
por la rica “chicha” de la “picantería”.
Le da una “sonccada” a la cantarilla,
buscando acomodo: una piedra de silla.
Le da una cascada al rocoto picante;
un ruidoso eructo del aire impaciente
antes del “llatan”, “occote” y “mote”

Así el “loncco” ve perecer el día
con la lampa en el hombro se aleja,
él con su esposa y su burra vieja,
su encorvada figura en el ocaso se perfila,
sólo aullidos vienen de la penumbra fría.
Las aves en silencio vuelven a su nido,
“ccescces” y “huacchiras” van hacia el río,
los asnos cargan los pertrechos,
buscan el granero, buscan a sus techos
pa’ acurrucarse y protegerse del frío.
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La Nevada de junio

Arequipa, en un amanecer de junio,
se perfiló el Misti en la alborada;
el trinar de los pajarillos de madrugada,
los gallos con sus alas desafiaban el frío;
alborotado despertó el gentío,
la privatización les quitó el sueño,
enfadado que fue el letal veneno;
inquieto el pueblo llenó la plaza
con el telúrico carácter de su raza,
de los “ccalas” y del “loncco” arequipeño.

Renegó el volcán desde sus entrañas,
arrojó fumarolas la candente lava;
también acompañó la fuerte nevada,
el Pichu Pichu y Chachani como brazos extendidos
abrigaban de la helada a los resentidos,
por vender la luz que nos alumbra
y el agua que de gota en gota se junta;
por lo que el Chili sus aguas enturbió
con lágrimas que desde las cumbres juntó
para tomarla y no volver a la penumbra.

El tumulto enojado las calles llenó,
también las piedras de las torrenteras,
levantando las improvisadas trincheras:
“no privatizar lo que el pueblo heredó”,
gritos… pitos, cacerolazos… la gente se amotinó
con la volcánica bravura del sillar;
los puentes se estremecían del tronar,
las vetustas casonas resonaban el paso,
la humareda encapotó el cielo raso;
del pujante cortejo decidido a luchar:

Querendones de la tierra que saben respetar
pero el ruido espantó a las palomas,
por los gases, por las balas, por las bombas
al pie del Misti se fueron a llorar.
Por enojo las palmeras parecían marchitar,
el Tuturuto con su clarín instaba a la victoria,
los adoquines se levantaban de su miseria,
el eco de la catedral, el estrépito resonaba
y la pontezuela para la historia grababa
en la memoria de varios siglos de gloria.

Unida la gente entraba y salía,
sordos a la voz de los valientes
con proyectiles cada vez más fuertes
el pueblo herido se defendía,
la Blanca y Heroica Ciudad no dormía,
con la bravura que no podían doblegar
por la sangre de don Mariano Melgar,
con la arenga de una pampeña y su yaraví;
Francisco Mostajo con los de la “I”
Revolución del 50 quisieron recordar
Y llegó la calma al bastión de lucha,
regresaron a su nidal las palomas;
dos mártires llevaron ante Dios sus quejas
conmoviendo al vendedor que no escucha;
dentro del humo y la gente en disputa
dos gigantes mistianos se levantaron,
con la paz después de su triunfante gestión;
eran Juan Manuel y el Monseñor;
calmaron el motín de sangre por error
derrotando la terquedad sin razón”.

Piedras y adoquines volvieron a su sitio,
el astro sol despertó sofocante,
disipando la nevada en un instante;
el gobernante tembló por el grito,
los galones regresaron a su pito;
al prefecto lo cambiaron de lugar
por mentir para hacerse respetar;
“Quintín” reprendió al mando con fuerte acento
por sacar las tropas sin su consentimiento.
Arequipa, mi lar, te ofrezco mi cantar”.
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El Rondador

Don Felipe León Velarde,
el mejor rondador del agua,
a punta de lampa y zurriaga,
aunque el callo le arde,
por la mañana y por la tarde
por el trote y la montura de su alazán
y las ccetimbiadas que vienen y van.

Desde los Arrayanes hasta Tío,
rondaba el agua que da el río,
arrechinando los boquerones
de los camayos senachones,
desde el canto de los gallos
hasta que se recojan los grillos.

Detrás de él, sólo polvareda
el tronar de las herraduras;
y el ladrido de los perros,
siempre había una carajiada
en el lomo una lampa quebrada,
o un camayo como chamba.
Gritaba de banda a banda,
poniendo en la acequia respeto,
sólo por él, el campo verde.

Era un loncco de buena estampa,
su única familia fue su lampa.
Hoy descansa en su tuba fría,
sólo una cruz descolorida
es su única compañía.

El siempre quedría
levantarse de la sepultura
para seguir rodando con bravura
sentau en su montura,
hasta dejar a su caballo sin herradura.
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Las Palomas

Cómo juegan las palomas,
cómo revolotean por la plaza;
desesperadas buscan su alimento.
por el hambre les dan caza.
Qué ingenuas son las palomas;
que alegran la plaza de las armas.
Fueron pichones del campanario,
de los vitrales, del rosario,
de las palmeras, del Tuturutu;
de la piedra granito que está de luto,
y de Arequipa en su aniversario.

Inocentes palomas de la Catedral,
hagan que el viento las lleve alto;
huyan del humo, del asfalto,
del que les quiere hacer mal,
lleven su “currucucú” hasta el trigal.
A los portales dejen de blanquear,
el humo siempre les va a ganar.
Están flacas porque no tienen pago,
el insípido maicillo en vez de trigo;
las quieren como adorno, pero sin ganar.

Huyan muy lejos, cambien de lugar,
los huertos esperándolas están,
en el campo, las semillas buscarán.
Vuelvan sólo para pasear,
vuelen que se van a enfermar.
Es Patrimonio la humanidad
sólo quieren la belleza de la ciudad,
y ustedes sólo buscan caridad.
El niño que las quiere es pobre,
el Alcalde, no gasta ni un cobre,
¡huyan!, ¡huyan!, ¡aléjense de la ciudad!
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La Picantería

Cómo poder olvidarte, Picantería de mis pueblos,
donde sonccaba la chicha, la usma o la sayana,
con el picante jayari pa' apaciguar la mañana;
mascando  un chinchucho, con ese chaqque de nabos.

Cómo no recordar  tus  tiznadas paredes de adobe;
tu techo de tijera, con su ccechincha llorona;
tus claraboyas pintadas por esa paila glotona,
tras la tinaja, un chasca para que no te roben.

Tus chombas de chicha, llenas  y con espuma,
la candela en la cconcha consumiendo una raja;
dos maillanas sudorosas peleando en la tinaja,
sacando la última gota al anchi de la seisuna.

Tu alegre pendón rojo, en la puerta  nos llamaba;
la humareda en la chiminea derramaba el apetito,
cuando la coneja se quejaba del cututo con un grito,
mientras el carcoso "gato cconchero" miraba

Cómo voy a olvidar al huinco jalando el cconcho, 
y cuando soplan la teqque, con esa larga pucuna; 
a la cuchara de palo, meniando el locro pa' la hambruna; 
y al Loncco enccapichado con su chalina y su poncho.

Y la  hermosa picantera,  con sus trenza mal peinada,
siempre carajiando mientras  la gota gorda sudaba,
silbando su triste, al  son de su batán y chaqquena,
y moliendo su llatan de anauchos pa' la picantiada.

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Espero que aveis disfrutado de estos versos lonccos y poemas lonccos de Arequipa, debeis recitar un poema loncco de Arequipa por lo menos. Poemas loncos

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