– Papá, nos han dicho en clase que mañana nos hablarán del pan y que cada uno debe contar algo sobre este alimento. ¿Puedes contarme algo? – Preguntó Rocío.
– Si quieres, te con taré una leyenda que me narraba la abuela cuando era pequeño. Escucha.
“Un leñador y su familia vivían en un bosque. Hubo un gran incendio y tuvieron que abandonar su casa. Después de mucho andar y sin nada que comer, se pararon a descansar a la orilla de un arroyo. Como tenían hambre, buscaron comida, pero solo encontraron dos manzanas. La madre se dispuso a repartirlas. Aún no habían empezarlo a hacerlo, cuando vieron venir a un anciano.
Al acercarse, notaron que estaba muy débil a causa del hambre. El aciano les pidió comida y le dijeron que compartirían lo poco que tenían. A la mañana siguiente, el anciano se despidió, y antes de irse les entregó como regalo unos granos amarillentos.
– Deben sembrar estos granos y nunca más tendrán hambre – Les dijo.
Así lo hicieron.
Brotaron de la tierra hermosas espigas amarillas llenas de apretados granos. De ellos sacaron blanca harina con la que amasaron crujientes panes.